⭐⭐⭐

Esta es la visión dickensiana de la Revolución Francesa: un torbellino de guillotinas y juicios sumarios, aristócratas indolentes y humillaciones imperdonables. Los protagonistas son un viejo médico inglés prisionero en la Bastilla y su hija, un noble exiliado, un viejo banquero y un par de abogados, una pareja de revolucionarios que regenta una taberna en París, y la lista sigue. En cada entrega, porque la estructura de novela por entregas es transparente, el nudo que ata a los personajes se aprieta un poco: los unen los crímenes del pasado y la paciente venganza de los ofendidos. El dominio de Dickens sobre la técnica realista es notable: la atmósfera de la Revolución se va formando como una fuerza subterránea, la información clave se disimula en las descripciones y el ritmo de la narración acelera y se pausa con perfecto control. Pero claro, muchos años nos separan de la sensibilidad y las maneras de la Inglaterra victoriana: los personajes de Dickens pueden ser insoportables: simplones de tan virtuosos, melodramáticos hasta la náusea. Cuesta superar la escenas más patéticas, claramente diseñadas para un público que exigía espectáculo, sangre, lágrimas y giros inesperados.