⭐⭐⭐⭐

David Zimmer, (¡otro!) profesor universitario, queda (¡de nuevo!) viudo tras un (¡otro!) trágico accidente. En el abismo de la desesperación, encuentra el sentido en la risa, una carcajada limpia en la madrugada frente a una película antigua, una comedia muda. Obsesionado con el actor (y director, y guionista) detrás de aquella película, se sumerge en una investigación que muy pronto lo arrastra a esos mundos de ensueño que Auster sabe construir tan bien. Y los lectores entramos con él, con la placentera sensación de perdernos por un tiempo en un universo de misteriosas correspondencias y milagrosas simetrías. Las ideas son muy sugerentes: el poder revelador del silencio, la vida y la muerte conectadas por la ilusión. Auster se repite, pero cuando atina todo se perdona. Y sin embargo la desmesura, tan típicamente gringa, tan trágicamente austeriana, arruina una buena novela con coincidencias innecesarias, romances autoindulgentes y secuencias sexuales absolutamente gratuitas.