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Todos conocemos la historia: en 1959, Dick Hickock y Perry Smith asesinan a los cuatro miembros de la familia Clutter; tras una cacería de meses, van a juicio y son condenados a muerte; seis años después, son colgados. Capote sigue el proceso desde el primer día: habla con los testigos, con los investigadores, con los curiosos, con los familiares de los asesinos y habla también (y mucho) con los propios asesinos. El resultado es una crónica criminal, sí, pero también, y sobre todo, un retrato descarnado de los márgenes del sueño americano, un ensayo filosófico sobre el dilema moral de la pena de muerte. Todo esto, con su enorme complejidad, presentado en el empaque brillante del relato policiaco, imposible de soltar, y al mismo tiempo (ese es el genio) profundamente incómodo. Una deuda literaria que debía pagar y que valió cada momento de espera.