⭐⭐⭐⭐

Es un libro corto, modesto, que no parece prometer mucho y sorprende. Son cartas que Saroyan escribe a sus sesenta años para saldar cuentas con el mundo. En rigor, yo diría que es una autobiografía, pero una autobiografía fragmentaria, sin ningún rastro de adulación propia o de condescendencia. Tal vez es la mejor manera de hacer una autobiografía: escribirle cartas a los amigos de infancia, a los amores de juventud, a Dios, a un desconocido, al padre, a los maestros, a Freud, a alguien de quien nos distanció un malentendido definitivo. La prosa de Saroyan es transparente, aguda, y el modo en que mira a sus corresponsales está lleno de compasión y afecto. Algunas cartas, sin embargo, exigen demasiado contexto por parte del lector.